Habiendo sentado las bases de mi filosofía existencial, y pobremente, aunque firme en los que se sentó, de mi ideología política, me he encontrado con una situación a la que fui incapaz de decir NO. No porque no se decir NO en el sentido psicológico o conductual que un psicoanalista o psicólogo podría decir, sino en el sentido de … no, me equivoco, sí en ese sentido. No pude decir No, porque caí en la presión de la persona sordomuda de decirme que colabore con su asociación de sordomudos y al ver que todos habían escrito (porque no me consta que lo hayan hecho) que habían aportado 10, 20 y hasta 30 euros, me vi obligado a aportar las monedas de mayor denominación que tenía en mi bolsillo: 4 monedas de 1 euro. Este aporte realizado en contra de mi voluntad me dejo un disgusto en el alma que me dejo una pregunta rondando mi cabeza: “¡Qué he hecho?” Acaso no era partidario de las ideas liberales y libertarias que propugnaban el egoísmo y velar por los propios intereses, que yo sepa, no era de mi interés ayudar a esa persona, es más, ni la conocía, de hecho estoy escribiendo esto solo porque me alivia un poco el tormento de pensamientos que no me dejan estudiar.
Siempre he creído que no sirve de
nada regalarle dinero a los más desaventajados, y siendo fiel a este principio,
yo, que me considero miembro de un grupo social desaventajado en el mundo, permitiría,
aunque suene paradójico, que me regalen elementos de valor económico porque
simplemente es conveniente a mi interés incrementar la masa patrimonial que
tengo.
Después de haber criticado
duramente a John Rawls y a su teoría de la justicia y haber pregonado el egoísmo
como fuente del desarrollo natural de las sociedades humanas, termino dando 4
euros a una persona que en mi vida había visto, que hasta incluso me dijo que
me daría cambio si quería aportar con un billete.
Hay situaciones en las que por
factores distintos a la ideología o filosofía, uno termina contradiciéndose en
la práctica. Sé que esos 4 euros no volverán a mi patrimonio, aunque siempre he
tenido la mágica idea de que el dinero que se pierde sin causa alguna, o mejor
dicho, los elementos de valor económico, como podrían ser dinero, bienes,
productos del trabajo, si se pierden sin que exista razón de ser, siempre
vuelven por alguna razón al patrimonio de quien lo “perdió”. Y es que en
realidad nunca lo ha perdido si no ha recibido algo valorable a cambio. No se podría
decir que yo he recibido un disgusto a cambio de ese dinero que deje, porque el
disgusto es algo desagradable que no tiene valor económico en la sociedad.
Nadie pagaría por tener un disgusto. Objetivamente el disgusto o el sufrimiento
no tienen valor económico. No asi sucede con la satisfacción, el placer o el
gusto, los cuales si están valorados económicamente en la sociedad y si uno
paga por ellos, paga bien porque está recibiendo algo que objetivamente puede
ser equiparable en términos económicos. Es por esto que si a alguien le roban
100 euros, en realidad no le han robado su trabajo que significó conseguir esos
100 euros. Si bien objetivamente esta persona no tiene los 100 euros y por
tanto su poder adquisitivo se ha visto disminuido, el trabajo que invirtió para
conseguirlo lo mantiene en sí y no se desprende de él por el solo hecho de que
alguien venga y robe. Es por esto que es importante perseguir los delitos de
lavado de dinero porque afectan gravemente a la economía de una sociedad.
Sin embargo, el darle dinero a
una persona necesitada, ya sea obligada por factores circunstanciales o porque
realmente quise dar, es distinto a que me roben. Si me roban el ladrón podrá ser
perseguido por la policía o si logra introducir el dinero en el mercado, ese
dinero tendrá el color de negro. Sin embargo, si el dinero que doy va a una fundación,
una asociación sin fines de lucro, o a un mendigo que encuentro por la calle,
se entiende que ese dinero fue bien recibido o en términos jurídicos, ha sido
una donación, por lo que puede llegar a la conclusión que los 4 euros de que di
nunca más los volveré a ver porque a pesar que haya recibido a cambio algo negativo
como es el disgusto, eso no es considerado por la sociedad como razón suficiente
para declarar ese dinero que tiene la sordomuda como “negro”. En otras
palabras, la clasificación de dinero negro y dinero bien habido no depende de
uno, sino de lo que piense la sociedad. La consecuencia de declarar a ciertas
masas dinerarias como “negros” es que no podrán tener efectos en el mercado
porque provienen de una actividad ilícita y por tanto ese dinero tendría que regresar
a sus verdaderos dueños. Pero, cómo identificar a sus verdaderos dueños? Si los
que compraron las drogas las compraron porque querían drogarse, o los que
fueron al lupanar fueron porque quisieron realmente encontrar placer sexual, ¿se
puede considerar esto como ilícito?. Aquí encontramos un punto para poder
criticar la ilicitud de ciertas actividades que como consecuencia traen la clasificación
de dinero negro al que se obtiene de su explotación. No es lo mismo que se
declare dinero negro a los 5 millones de dólares que robo de un banco, a que se
declare dinero negro del que sale de la venta de PBC. Todo depende de la percepción
de la sociedad.
Sin embargo, lo que tendría que hacer yo para
que el dinero que le di a esa persona sordomuda sea considerado negro y por
tanto no tenga efectos jurídicos en la sociedad y por consiguiente una vez
perseguido y encontrado se me sea devuelto, es convencer a toda la sociedad de
que es ilícito hacer que una persona entregue dinero a otra utilizando técnicas
de persuasión como lo hacen los mendigos o los que piden recaudación colaborativa,
aunque esta sea por una buena causa pero vaya en contra de mi libertad de
pensamiento y conciencia. ¿Difícil no? Es por esta razón que esos 4 euros nunca
volverán a mi patrimonio, y esa extraña razón mágica que alegaba cuando era
pequeño dejará de tener sentido porque simplemente no hay razón para que ese
dinero vuelva por azar o suerte.